Editorial

La sección Editorial de El País refleja las opiniones y posturas del diario ante temas relevantes de la realidad política y social en Uruguay y el mundo.

Como expresó con meridiana claridad Thomas Jefferson, el precio de la libertad es su eterna vigilancia y estos son tiempos en que la defensa de la libertad es especialmente relevante.
Hay una responsabilidad inmensa allí de una izquierda transnacional que en todas partes se ha apropiado de banderas terroristas y antisemitas, y que las difunde con pasión y convicción.
En nuestro sistema democrático hay cabezas que ven normal desviar dinero extraído de trabajadores y empresarios para financiar la campaña contra la LUC y de las listas comunistas.
El caso del exsenador, más allá de sus particularidades, deja en evidencia falencias muy graves del sistema, y que es imprescindible cambiar a fondo el proceso penal que tenemos hoy.
A la única figura política a la que le puede caber algún reproche por el manejo del pasaporte de Marset, es la que está siendo propuesta como embajadora por la fuerza que la acusó de todo.
El Poder Judicial que no representa a nadie y habla a través de su fallos, no puede ser transformado en otro Parlamento. Para eso ya está el que hay. Por eso es tan negativo lo que hace México.
Pivel Devoto retrató algo más profundo del Uruguay que, infelizmente cuarenta años más tarde, debemos aceptar que no hemos conjugado de la mejor manera.
La vicepresidenta Cosse ha dicho que no se hizo mucho porque el gobierno tuvo que apagar “algunos incendios”. El gobierno anterior envió la LUC al Parlamento con la pandemia declarada.
Lo que plantea el Ministerio de Vivienda es exactamente lo contrario de lo que plantea el ministro de Economía. Porque el principal lineamiento de vivienda daña las expectativas de inversión.
La situación actual es que prestigiosas universidades privadas que habían obtenido en enero sus autorizaciones definitivas, ahora asisten perplejas a que se las quitan retroactivamente.
La situación judicial que padece el senador Carrera parece exagerada en vistas de lo que se sabe públicamente. Pero es parte de una lógica que impuso en la justicia su propio partido.
La idea de que en democracia las mayorías pueden hacer lo que quieran, es bastante fascista. En democracia las minorías siguen teniendo derechos y hay reglas que todos deben cumplir.